10/9/10

ANGELES, INVISIBLE

Todo en contra, a deshoras y en día de asueto, extraño era tanto amor a la chamba, como para pasar el domingo en la oficina, pero ahí estábamos dándole duro. Era de medianoche cuando llegó la parvada; doña Martha la hermana del Director, su hijo Mariano con la novia y también Gina la asistente. "Coitos interruptus", quedaste en cuclillas y encuerada tras la cortina del baño, respirando lento y con la boca abierta para no hacer ruido, con la ropa recogida y estrujada entre las chiches y los muslos, ahí pasarías un buen rato congelada. Actuamos rápido por presentimiento, por la adrenalina, alertas, con el oído afinado y el instinto de salvación.

Apenas te ocultaste, tiraron la puerta, no venían armados, pero lo parecía, me encontraron como marcando un número en el teléfono, sentado con la espalda y la nuca en el sillón del escritorio, de manera poco ortodoxa, como quién lleva mucho tiempo ahí y se va escurriendo; ni buenas noches dijeron.

Mariano rastreaba bajo el escritorio, como buscándote en mi bragueta, hurgó en los otros despachos, olfateó en la cocineta, husmeó los closets de papelería, aleteó por el archivo muerto y por el área de copiado, pero nunca se le ocurrió revisar tras la cortina; hasta entró a mear a donde estabas.

Mientras ellas me miraban inquisidoramente a los ojos que entrecerré -¿alguien daría el pitazo?-, me sudó, pero estoico me hice güey, observaron que traía zafados los zapatos pero no dijeron nada y antes de que preguntaran colgué el teléfono, me calce, les dije que hasta el lunes y me lancé a la calle, escaleras afuera.
Adultos jugando a las estatuas de marfil y a las escondidas.

Entiendo tu enojo pero tenía que esperar a que se fueran, desde luego que iba a regresar por ti ¿tienes hambre?, se me hizo engrudo y nudo el atole atorado en el pescuezo del pescuezo, ese semen que ya no tuvo porvenir.

Seguro algún vecino en vigilia dió la voz, creo que además nos delató tu olor. Oda a tu invisibilidad y a tu silencio de fantasma en celo, de todos y uno por uno de mis respetos…




Entonces, fue cuando atravesaste la pared y me dejaste hablando solo, y sin habla.

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